La presencia del Modernismo en tierras de Ponent está vinculada a las cooperativas agrícolas que impulsó la Mancomunitat de Catalunya a principios del siglo XX. La mayoría de bodegas cooperativas, denominadas “las catedrales del vino”, son obra de Cèsar Martinell, pero la de l'Espluga de Francolí la diseñó Domènech.
La Bodega Cooperativa de l’Espluga fue iniciada por Lluís Domènech i Montaner y acabada por su hijo Pere Domènech i Roura siguiendo el proyecto del padre. Cuando el sindicato de agricultores de l’Espluga le hizo el encargo a Domènech, este presentó un anteproyecto tan artístico, que el sindicato, muy impresionado, le pidió una obra menos ambiciosa. Las obras empezaron en el mes de marzo del año 1913, y se terminaron el 27 de septiembre siguiente. Inicialmente, la bodega tenía dos naves, pero en 1957 se añadió una tercera, igual que las otras. El edificio resultó una gran inspiración para Cèsar Martinell a la hora de hacer sus famosas bodegas, a pesar de que Domènech utilizó el tipo de arco de diafragmas del gótico catalán, mientras que Martinell prefirió usar el arco parabólico, siguiendo la influencia de Antoni Gaudí.
Las naves de la bodega de l’Espluga tienen 46 m de longitud por 12,5 m de anchura, y cada una tiene 40 lagares subterráneos y 60 tinas, con una capacidad para 34.300 hectolitros de vino. Como elemento adicional, un depósito de agua adornado con cerámica vidriada. Las líneas de la bodega son tan austeras como elegantes. Su simplicidad, aun así, esconde elementos difíciles como las arquivoltas, el arco escarzano, los vitrales, y el arbotante. En definitiva, la Bodega Cooperativa es una joya arquitectónica que vale la pena ver, como toda la obra de Domènech i Montaner.